Comprometida con la creación de un mundo un poco más justo, Marta de la Cuesta conjuga sus preocupaciones sociales y su conocimiento económico para, desde el ámbito de la filantropía, apoyar la actividad que Economistas sin Fronteras realiza desde 1997 en nuestro país. En la actualidad es presidenta de Economistas sin Fronteras, cargo que compagina con la docencia de Economía Aplicada en la UNED, profesión que ejerce desde 1991. Además, coordina un máster, una cátedra con el apoyo de Telefónica e impulsa cursos de especialización en abierto. Recibe a BYZness en su pacífico despacho de la facultad.
¿Qué es Economistas sin Fronteras?
Es una fundación, una ONG, de la que fui socia fundadora y miembro de la comisión gestora. Nuestros objetivos eran dar a conocer los problemas económicos, las causas y consecuencias que tiene en las personas, en la sociedad y en el medioambiente y de esta manera ilustrar con estudios y divulgar el conocimiento que muchas veces se tiene -incluso distorsionado- sobre cómo funcionan todas las variables económicas: cómo afectan a las personas más vulnerables, qué consecuencias tienen sobre su vida, cómo pueden acceder a determinados productos financieros que no les ofrecen los mercados convencionales, qué son las finanzas éticas o las finanzas sostenibles, cómo los mercados financieros pueden mover el ahorro con criterios no sólo de rentabilidad y riesgo, sino también para contribuir a un desarrollo más sostenible.
La iniciativa surgió de cuatro profesores de la Facultad de Económicas de la UNED. En su inicio acudimos al Colegio de Economistas de Madrid, que nos dio bastante apoyo para la difusión y captación de socios. De hecho, nos financiamos con nuestros socios, aunque no llegan a 300.
¿Cuáles cree que son las bases de una economía justa?
Una economía justa es aquella que piensa en las personas y no solamente en unas personas,que genera valor o riqueza de forma más equitativa. Es decir, que la riqueza llegue a todos, pero de una manera no tan desequilibrada.
¿Y en el sector financiero?
A la hora de colocar productos, por ejemplo, deberían tener en cuenta qué impacto va a tener sobre las personas y, sobre todo, en los más vulnerables. Una economía justa no produce muchos excedentes para unos pocos en detrimento de otros. Defiende que la extracción de renta que hacen los diferentes actores que participan de una actividad económica se distribuya de la forma más acorde al esfuerzo que esas personas o que esos colectivos han puesto.
¿Qué opinión le merecen los Objetivos de Desarrollo Sostenible?
En el área de educación para el desarrollo de Economistas sin Fronteras trabajamos en los Objetivos de Desarrollo del Milenio y también en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Valoramos positivamente estos objetivos y sí que hacemos críticas sobre el proceso, pero en cualquier caso es una agenda que tiene una serie de ventajas, porque ha sido muy participativa y en la que los objetivos no solo son para una parte de la sociedad, sino que nos afectan a todos.
De estos 17 objetivos, algunos destacan la necesidad de un acceso ampliado o universal a los servicios financieros.
En lo que respecta al tema de la exclusión financiera, hemos hecho un estudio mediante focus group con gente vulnerable donde salen cosas perversas: por abrir una cuenta o por tener una cuenta abierta tienen que contratar un seguro obligatoriamente. Hablamos de personas que tienen una renta de inserción que no llega a 500 euros. Es decir, el acceso al servicio no es equivalente a que este se haga en condiciones adecuadas al perfil de las personas. Cuando nos fijamos en exclusión financiera no nos fijamos en el acceso, que es claro y evidente, sino en qué condiciones se debe ofrecer ese servicio en función del perfil del cliente y qué políticas o controles debe haber para evitar abusos.
¿Realmente las empresas tienen implantadas buenas políticas de RSC en España o es pura fachada?
Se puede usar como todo: para hacer un lavado de imagen o para mejorar la gestión, pero creo que estamos más en el terreno de mejora de gestión. Es cierto que como de momento no hay parámetros obligatorios que permitan distinguir quién se lava la imagen y quién está haciendo buena gestión, a todos los efectos parece que somos iguales y no lo somos. Independientemente de que exista un mercado que premie o una contratación pública a la que tengas más fácil acceso por buenas conductas, las empresas han ido avanzando porque son conscientes de que una gestión integral en un mundo global -donde los problemas son más complejos, con falta de transparencia, mal gobierno o conductas poco éticas- luego tiene sus consecuencias de cara a los propios accionistas.
¿Y en lo que respecta a las personas? ¿Qué sectores de la población considera que están más volcados con una economía justa? ¿Los jóvenes están concienciados o todo lo contrario?
Los jóvenes en este momento también, pero no por lo que les enseñamos en la universidad, desgraciadamente. Los proyectos que hacemos en Economistas sin Fronteras en el área de educación para el desarrollo o incluso en economía social están dirigidos a universitarios precisamente para aportar lo que a veces no encuentran en sus estudios.
Cuando empezamos con la ONG, el colectivo al que involucramos no era la gente joven, sino profesorado universitario. Hemos dado un vuelco y ahora en Economistas sin Fronteras hay mucha gente joven, lo que es una esperanza. Creo que es el colectivo más sensibilizado en este momento.
¿Qué podría hacer una persona para luchar por una economía más justa?
Daría tres consejos. Por un lado, puede optar por el mercado social, que es aquel en el que servicios y productos se desarrollan y diseñan con criterios sociales; es una alternativa a la empresa convencional.
En cuanto al ahorro, por ejemplo, si quieren conocer qué productos y servicios existen, está la opción de Fiare Banca Ética. También para aquellos que tengan capacidad de inversión hay alternativas: estamos colaborando con entidades que tienen productos como fondos de inversión responsables.
Por otra parte, es muy importante informarse bien. En el día a día a veces nos falta capacidad de contrarrestar discursos y argumentos que parece que son la doctrina y la única verdad; con las publicaciones que realizamos y que se pueden ver en nuestra web tratamos de aportar otras visiones distintas.
¿Y en cuanto al consumo responsable? ¿Cree que es necesario aumentar la conciencia de los consumidores con respecto a los productos que consumen?
Está muy bien reciclar, pero lo primero que hay que hacer es no consumir lo que no necesitas. El consumo responsable es aquel que es adecuado para las necesidades reales, no a algo que te están vendiendo.
Hablando de Fiare, Economistas sin Fronteras participa en el Proyecto Fiare: Un banco en manos de la ciudadanía. ¿En qué consiste exactamente?
Es un proyecto que se ha formalizado como cooperativa de crédito y que forma parte de la banca ética italiana, pero que nace como un proyecto sobre cómo hacer finanzas de una manera más responsable: cómo un banco puede tener clientes que sepan que su dinero se va a emplear para financiar proyectos que beneficien el desarrollo local y a las personas que viven en comunidades para tener una forma de vida digna o un sueldo acorde con su trabajo.